El Desarrollo de la Modernizacion del Tibet(1)
2008-04-10 00:00

Prefacio

La modernización constituye un importante tema para todos los países y regiones del mundo. Desde mediados del siglo XIX, cuando China fue invadida por las potencias occidentales, las diversas etnias del país, incluida la tibetana, siempre han tenido entre sus prioridades la tarea de librarse de la pobreza y el atraso, de la humillación extranjera, y de establecer un moderno Estado independiente, unificado, poderoso, próspero, democrático y culturalmente desarrollado. Luego de fundada la República Popular China, especialmente tras el comienzo de la reforma y la apertura, la modernización de China ha ido en creciente desarrollo, alcanzando éxitos reconocidos por todo el mundo. China marcha con paso firme hacia el afianzamiento de la apertura y la prosperidad. Con la liberación pacífica como el punto de partida de su desarrollo, el Tíbet anuló, en la reforma democrática, la servidumbre feudal y aplicó la autonomía étnica regional, materializando así un gran salto histórico en su sistema social; en la construcción socialista, la reforma y la apertura, hizo realidad un desarrollo acelerado de la modernización y logró avanzar al mismo ritmo que todo el país, en medio de halagüeñas perspectivas.

Este año se cumple el 50 aniversario de la liberación pacífica del Tíbet. Con el fin de acelerar el desarrollo sano de la modernización tibetana, arrojar luz sobre las concepciones equívocas que en la comunidad internacional se manejan en relación con el "problema del Tíbet" e incrementar la com-prensión de la historia y la actualidad del Tíbet, sería provechoso echar una mirada retrospectiva al proceso de la modernización que el Tíbet ha protagonizado desde su libe-ración pacífica, a los éxitos alcanzados por las diversas etnias tibetanas en su afán por alcanzar la modernización con la ayuda del gobierno central y del pueblo de todo el país. Sería conveniente asimismo exponer la ley de desarrollo de la modernización tibetana.

1. El progreso a saltos de la sociedad tibetana

En la edad moderna, la modernización es el problema elemental para el desarrollo de la sociedad tibetana. La servidumbre feudal, que se mantuvo por espacio de varios cientos de años en el Tíbet y que fundía en una única entidad los poderes administrativo y religioso, iba en contra del progreso mundial; era de un sistema social extremadamente corrompido y decadente, que estrangulaba la productividad social tibetana y obstaculizaba seriamente el progreso social, llevando al Tíbet a la extremada pobreza, atraso, aislamiento y retroceso, dejándole al borde del colapso general.

Sistema social atrasado y explotación económica extremadamente cruel. La servidumbre del viejo Tíbet era aún más oscura y atrasada que la Edad Media en Europa. Los señores feudales, provenientes de capas de aristócratas, no-bles y monjes de alta categoría de los monasterios, ocupaban menos del 5 por ciento de la población tibetana. Sin embargo, poseían todas las tierras cultivadas, los pastizales, los bosques, las montañas y los ríos, así como la mayoría de los ganados del Tíbet. Mientras tanto, los siervos y los esclavos, que eran el 95 por ciento de la población tibetana, no contaban con tierras cultivadas ni con otros materiales de producción, no tenían la libertad personal y se veían obligados a subordinarse a los señores feudales ganándose la vida trabajando en sus latifundios o sirviéndoles como esclavos familiares de gene-ración en generación. Ellos eran víctimas de la triple explo-tación, que les imponían servicios obligatorios, impuestos y alquileres y préstamos con usura, y vivían al borde de la muerte. Según estadísticas incompletas, sólo el Kasha, go-bierno local del viejo Tíbet, recaudaba más de 200 tipos de servicios obligatorios e impuestos. Los servicios obligatorios que los siervos prestaban al Kasha y a los latifundistas, ocupaban más del 50 por ciento de su trabajo anual y en algunos casos, dicho porcentaje se elevaba al 70 u 80 por ciento. Más del 60 por ciento de los campesinos y los pastores estaban agobiados por pesadas deudas de usura.

Jerarquía estricta y extrema opresión política. El Có-digo de Trece Artículos y el Código de Diceciséis Artículos que regían en el viejo Tíbet, clasificaban a las personas en nueve categorías de tres clases políticas y sociales y en forma jurídica definían y defendían la desigualdad en la posición social y política. Estos códigos establecían en términos ine-quívocos lo siguiente: La vida de las personas superiores de la primera categoría equivalía al peso de su cadáver en oro. Por otra parte, la vida de las personas inferiores de la última categoría no tenía sino el mismo valor de una soga de paja. Los propietarios de los siervos disponían de los mismos y podían venderlos, transferirlos, obsequiarlos, empeñarlos e intercambiarlos cuando les viniera en gana. Además, decidían sobre su vida, muerte y casamiento. Si los siervos que se iban a casar no pertenecían a un mismo propietario, debían pagar por redimirse. Los hijos de los siervos estaban condenados a ser siervos. Sus propietarios podían aplicar cualquier tipo de castigo ultrajante a los siervos, aplicándoles salvajes pena-lidades, como cortarles las manos, los pies, las orejas y la lengua, extraerles los tendones, arrojarlos a los ríos y lan-zarlos desde las montañas.

Integración de los poderes administrativo y religioso y pesado yugo religioso. En la estructura política y social del viejo Tíbet, donde los poderes administrativo y religioso esta-ban integrados, la religión y los monasterios se consideraban el "origen de todas las corrientes", hasta llegar a ser la única ideología imperante y un cuerpo político y económico inde-pendiente. Disponían de gran poder y numerosos privilegios políticos y económicos y controlaban la vida espiritual y cultural. Por una parte, los monjes de alta categoría de los monasterios dominaban la vida política de la región, y por la otra, figuraban entre los mayores propietarios de siervos. El Dalai Lama, como uno de los líderes de la secta Gelug del budismo tibetano, desempeñaba el cargo de jefe del gobierno local del Tíbet, de manera que controlaba al mismo tiempo los poderes administrativo y religioso. En el antiguo gobierno local tibetano había dos tipos de funcionarios, bonzos y los laicos, entre los cuales los primeros eran superiores a los últimos. Según estadísticas de 1959, entre las 3.300.000 ke (medida tibetana de superficie: 15 ke equivalen a una hec-tárea) de tierra cultivada, los monasterios y los monjes de alta categoría disponían del 36,8 por ciento, o sea, 1.214.400 ke; los nobles y los funcionarios bonzos y laicos, que componían los gobiernos, poseían el 24 por ciento y el 38,9 por ciento respectivamente. El monasterio Drepung tenía 185 latifundios, 20 mil siervos, 300 pastizales y 16 mil pastores. Conforme con investigaciones realizadas en los años 50 del siglo XX, en el Tíbet había unos 2.700 monasterios, y 120.000 monjes, que representaban el 12 por ciento de la población tibetana. Cerca de una cuarta parte de los pobladores varones se dedicaban a los ritos budistas. En 1952, entre los 37.000 habitantes de Lhasa, había 16.000 monjes. El alto número de los monasterios y los monjes y lo frecuente de las actividades religiosas implicaban un gran consumo de recursos humanos y la mayor parte de los insumos materiales, por lo que lle-garon a ser un pesado fardo que obstaculizaba el desarrollo de la productividad. Tal como afirmó el tibetólogo norte-americano Melvyn C. Goldstein, la religión y el grupo de monasterios eran un "oneroso yugo para el progreso social del Tíbet", detentado por "fuerzas ultraconservadoras"; "De-bido a la integración de todos los miembros de la etnia al credo y por el dominio de los líderes religiosos sobre los poderes administrativo y religioso, el Tíbet perdió su facultad de adaptarse a los cambios que se imponían constantemente en el mundo".

Bajo nivel de desarrollo y precaria vida del pueblo. La cruel opresión y explotación de la servidumbre feudal, especialmente el continuo consumo de los recursos humanos y materiales y la esclavitud espiritual ejercida por la religión y los monasterios bajo el sistema social de unión de los poderes administrativo y religioso, frenaron la iniciativa de los trabajadores, sofocaron la vitalidad social y retuvieron al Tíbet en un estado de estancamiento durante largo tiempo. A mediados del siglo XX el Tíbet se encontraba todavía extremadamente aislado y atrasado y no tenía industria ni comercio modernos, ni tampoco ciencia, tecnología, educa-ción y sanidad como se les conoce en el mundo moderno. La producción agrícola aplicaba modos primitivos y la producción ganadera dependía del pastoreo natural. Los productos agrícolas y ganaderos tenían escasas variedades y degeneraban. Los instrumentos de trabajo no mejoraban. La producción cerealera era solamente de 4 a 10 veces la cantidad de las semillas sembradas. El nivel de producción y de desarrollo social era sumamente bajo. Los siervos llevaban una vida pesada, sufriendo el hambre y el frío, que dejaron numerosos muertos. En ciudades como Lhasa, Sigaze, Qam-do y Nagqu, pululaban los mendigos, entre ellos ancianos, mujeres y niños.

La invasión imperialista agravó las penalidades del pueblo tibetano y también las contradicciones de dicha sociedad, trayendo más problemas al Tíbet ya en dificultades. A partir de mediados del siglo XIX, China se convirtió en una sociedad semi-colonial y semi-feudal. Tal como los otros lugares del país, el Tíbet fue víctima de la agresión de las potencias occidentales. Los imperialistas ingleses lo inva-dieron, y allí quemaron, asesinaron y saquearon sin medida. Consiguieron diferentes privilegios, gracias entre otras cosas a una serie de convenios desiguales que lograron imponer, saquearon despiadadamente los recursos naturales, inundaban el mercado tibetano de sus mercancías y ejercían un control y explotación colonial. Los ingleses captaron agentes entre los altos dominantes del Tíbet en una tentativa de separar al Tíbet de China. La opresión y la explotación, tanto internas como extranjeras empeoraron abruptamente la vida de los siervos, los cuales, con el fin de librarse del yugo, ofrecieron resistencia continua, escapando, no pagando los impuestos, resistiéndose a brindar los servicios obligatorios y organi-zando rebeliones armadas. La sociedad tibetana se mantenía en constante estado de crisis, y "el sistema social de unión de los poderes administrativo y religioso entró en un período de decadencia." Ngapoi Ngawang Jigme, que se desempeñó como Kaloon del gobierno local del viejo Tíbet, señaló en varias ocasiones en los años 40 del siglo XX: "Si el Tíbet sigue por el actual camino, en un corto tiempo todos los siervos morirán, los nobles serán incapaces de subsistir y la sociedad entera se destruirá." De este modo se convirtió en necesidad histórica imperiosa para el desarrollo de la sociedad tibetana, como deseo de todo el pueblo, librarse de la invasión imperialista y terminar con el yugo de la servidumbre feudal.

La fundación de la República Popular China en 1949 trajo esperanzas al pueblo tibetano, que se hallaba en grandes sufrimientos. Respondiendo a la ley del desarrollo histórico y partiendo de los intereses de las amplias masas populares tibetanas, el gobierno popular central promovió activamente la liberación pacífica del Tíbet, con lo cual cambió profundamente la suerte de la región, fomentando la reforma democrática, aplicando la autonomía étnica regional, desplegando en gran escala la modernización y ejecutando la reforma y la apertura. Todo esto ha impulsado enérgicamente el desarrollo a saltos de la sociedad tibetana.

La liberación pacífica abrió las puertas del Tíbet hacia la modernización. El 23 de mayo de 1951, el gobierno popular central y el gobierno local tibetano de aquel entonces celebraron el Acuerdo sobre la Liberación Pacífica del Tíbet, conocido también como el Acuerdo de Diecisiete Artículos. La celebración de dicho acuerdo marcó la liberación pacífica del Tíbet, y desde allí el desarrollo social del Tíbet entró en una era totalmente nueva. La liberación pacífica del Tíbet forma parte de la revolución democrática nacional de China. Con ella, se liberó al Tíbet de la agresión y el control político y económico de las potencias imperialistas, terminó la discriminación y la opresión étnicas de los tibetanos ejercidas por la vieja China, se salvaguardó la soberanía, la unificación y la integridad territorial de China, se hizo realidad la unidad entre las diversas etnias del país y la unidad interna de la misma etnia tibetana, proporcionando una condición básica para que el Tíbet y el resto del país progresaran y se desarrollaran a la par. Después de la liberación pacífica, el Ejército Popular de Liberación de China y los trabajadores que entraron en el Tíbet ejecutaron estrictamente el Acuerdo de Diecisiete Artículos y las políticas concernientes del gobierno central, tomaron parte activa en la construcción de las carreteras Xikang-Tibet y Qinghai-Tíbet, el aeropuerto Damxung y muchas obras hidráulicas, construyeron modernas fábricas, bancos, casas comerciales, oficinas de correo, granjas, escuelas, etc., adoptaron una serie de medidas eficaces para ayudar a los campesinos y pastores en desarrollar la producción, desplegaron auxilios sociales, lucharon contra las calamidades, previnieron y trataron gratuitamente enfermedades. Todo esto impulsó el desarrollo económico, social y cultural del Tíbet, y generó una nueva atmósfera de sociedad moderna, civilizada y progresista. Estos cambios ejercieron una trascendental influencia entre las distintas capas sociales del Tíbet, rompieron el aislamiento y estancamiento en que se había encontrado la sociedad tibetana, iniciaron su proceso histórico hacia la sociedad moderna, y abrieron nuevas y amplias perspectivas para su posterior desarrollo.

La reforma democrática sentó las bases para el desarrollo del Tíbet hacia la modernización. En 1951, año en que el Tíbet se liberó pacíficamente, al reafirmar la necesidad de reformar el sistema social del Tíbet, el Acuerdo de Diecisiete Artículos adoptó una estipulación decente que partía de las peculiaridades históricas de la región, estipulando que "El gobierno local del Tíbet debe ser el encargado de echar a andar su propia reforma. Recogiendo las ansias del pueblo de aplicar la reforma, se debe resolver el problema consultando a los dirigentes tibetanos." Empero, ciertos integrantes del liderazgo tibetano de entonces se oponían a la reforma y se pronunciaban por "no reformar durante largo tiempo, o incluso no reformar nunca", con lo cual intentaban mantener para siempre la servidumbre feudal. Hacían oídos sordos al creciente clamor popular en pro de la reforma democrática, mientras se confabulaban con las fuerzas antichinas extranjeras. El 10 de marzo de 1959 instigaron a una rebelión armada, procurando la "indepen-dencia del Tíbet" y la separación del Tíbet de la patria. Con el fin de salvaguardar la unidad del país y los intereses fundamentales del pueblo tibetano, el gobierno popular central tomó medidas resueltas y junto con el pueblo tibetano sofocó resueltamente la rebelión armada y llevó a efecto la reforma democrática del sistema social del Tíbet.

La reforma democrática anuló el sistema de propiedad feudal sobre las tierras que detentaban los propietarios de siervos y las relaciones de subordinación de éstos últimos y los esclavos con respecto a sus propietarios, prohibió los códigos del viejo Tíbet y los inhumanos castigos penales, suprimió el sistema de unión de los poderes administrativo y religioso y los privilegios feudales de los monasterios. Gracias a ello, el millón de siervos y esclavos se emanciparon en lo político, económico y espiritual, y se convirtieron en dueños de las tierras cultivadas y de otros materiales de producción, consiguieron la libertad personal y la libertad de creencia religiosa, materializando así su derecho a ser una persona. Se liberó en gran medida la productividad social y se despejó el camino de desarrollo del Tíbet hacia la moder-nización. Conforme a las estadísticas, en la reforma demo-crática, los siervos y los esclavos obtuvieron más de 2,8 millones de ke de tierra. En 1960, año en que se terminó de manera inicial la reforma democrática, la producción cerealera del Tíbet subió en 12,6 por ciento con respecto al año anterior, y en 17,7 con relación a 1958, antes de la reforma democrática. Los ganados en corral aumentaron en 9,9 por ciento en comparación con 1959.

La autonomía étnica regional garantiza eficazmente el régimen de la modernización. Después de la reforma democrática, al igual que el pueblo de todo el país, el pueblo tibetano disfruta de todos los derechos políticos estipulados en la Constitución y las leyes. En 1961, se llevaron a cabo las elecciones generales en el recinto regional del Tíbet. Los siervos y los esclavos de antaño obtuvieron por primera vez el derecho democrático como sus propios dueños. Tomaron parte activa en las elecciones, y eligieron los órganos de poder y los gobiernos a los distintos niveles de la región autónoma. Una gran cantidad de siervos y esclavos emanci-pados asumieron cargos dirigentes a los distintos niveles de la región autónoma. En septiembre de 1965, se convocó la primera asamblea popular del Tíbet y se proclamó oficialmente la fundación de la región autónoma y el gobierno popular del Tíbet. Gracias a la fundación de la región autónoma y la aplicación de la autonomía étnica regional, el régimen ha garantizado la igualdad, unidad, ayuda mutua y prosperidad conjunta entre las etnias de la región, además de los derechos del pueblo tibetano a intervenir sobre bases iguales en la administración de los asuntos estatales y en la administración autónoma de los asuntos de su propia región y etnias. De esta menera, el Tíbet ha logrado una sólida garantía para adelantarse junto al resto del país con sus propias peculiaridades y con el apoyo especial del Estado.

La reforma y la apertura han constituido un pode-roso motor impulsor para la modernización tibetana. En los años 80 del siglo XX, al igual que en todo el país, en el Tíbet se produjo un gran auge reformista, aperturista y modernizador. A fin de fomentar el desarrollo del Tíbet, el gobierno central elaboró una serie de políticas preferenciales para su desarrollo económico, entre las cuales figuraban la de "el usufructo de las tierras cultivadas a los campesinos, administración autónoma y ausencia de cambios durante largo tiempo", y la de "ganados a los pastores, propiedad privada, crianza a cargo de los pastores, administración autónoma y ausencia de cambios durante largo tiempo." Estas políticas promovieron la reforma de la estructura económica y la apertura del Tíbet hacia el exterior. Desde 1984, en el Tíbet se construyeron 43 proyectos con la inversión estatal y la ayuda de 9 provincias y municipios del país. Gracias a las políticas de reforma y apertura y al apoyo estatal, se han fortalecido y desarrollado la industria, la agricultura, la gana-dería y el sector terciario, que comprende el comercio, los servicios de alimentos y bebidas y el turismo, se han elevado el nivel industrial en su conjunto y el nivel de comer-cialización de las actividades económicas, y el desarrollo económico y social del Tíbet ha entrado en una nueva etapa.

La preocupación especial del gobierno central y el apoyo de todo el país han permitido la aceleración de la modernización tibetana. En 1994, el gobierno central celebró la tercera conferencia de trabajo sobre el Tíbet, en la cual se definió la política para el nuevo período, consistente en concentrarse en la construcción económica, prestar suma atención al desarrollo económico y a la estabilidad social, garantizar el veloz avance de la economía tibetana, el progreso general y la seguridad permanente de la sociedad tibetana, así como la constante mejora del nivel de vida del pueblo. En esta conferencia se tomó la importante resolución de incrementar la atención por parte del gobierno central al Tíbet, con el apoyo de todo el país. A este tenor se elaboró una serie de políticas y medidas preferenciales para fomentar el desarrollo del Tíbet. Por ello se ha formado una nueva configuración para apoyar la modernización tibetana, en la cual, el Estado invierte directamente en los proyectos de construcción, el gobierno central le concede subsidios financieros, y todo el país presta apoyo. Desde 1994, el gobierno central ha invertido un total de 4.860 millones de yuanes directamente en la construcción de 62 obras; 15 municipios y provincias y los ministerios y comisiones estatales construyeron 716 sin pago alguno proyectos con una inversión total de 3.160 millones de yuanes. Procedentes de los distintos lugares del país llegaron sucesivamente unos 1.900 cuadros y profesionales, lo que mejoró las condiciones de producción y de vida de la región autónoma e impulsó el desarrollo económico y social del Tíbet. Mientras tanto, el Tíbet promovió de manera general la reforma del sistema económico y del sistema científico y tecnológico, reajustó la estructura económica y el mecanismo administrativo em-presarial, instauró y perfeccionó el sistema de garantía social, amplió la envergadura de la apertura atrayendo y estimulando activamente la participación de los fondos sociales tanto nacionales como extranjeros en la construcción económica del Tíbet. Los elementos de variadas propiedades de la economía progresaron mucho y se fortaleció la vitalidad interna del desarrollo del Tíbet. En junio del año 2001, el gobierno central celebró la cuarta conferencia de trabajo sobre el Tíbet, en la cual se programó un abarcador plan de materializar la modernización tibetana en el nuevo siglo, y se decidió recurrir a políticas y medidas aún más eficaces para incrementar el apoyo a la modernización.

Con la preocupación especial del gobierno central, el apoyo de los diversos lugares del país y el esfuerzo del pueblo tibetano de las distintas etnias, la economía tibetana avanzó a ritmo acelerado, el nivel de vida del pueblo se elevó notablemente y la modernización tibetana marcha rebosante de una vitalidad sin precedentes. De acuerdo con las estadísticas, de 1994 a 2000, el producto interno bruto (PIB) de la región autónoma del Tíbet creció en 1,3 veces, para un incremento anual del 12,4 por ciento, lo que terminó con la situación en que el incremento regional era inferior al promedio nacional; el ingreso disponible de los habitantes urbanos y el de los campesinos y los pastores aumentaron, respectivamente, en 62,9 y 93.6 por ciento; la población necesitada disminuyó de 480 mil personas a comienzos de la década de los 90 del siglo XX a 70 mil personas.

En síntesis, la historia de los 50 años que siguieron a la liberación pacífica del Tíbet ha sido una marcha de las tinieblas a la luz, de la pobreza a una vida confortable, del aislamiento a la apertura, una historia en la cual el Tíbet se encamina de forma constante hacia la modernización junto a la gran familia de la patria.

Suggest To A Friend:   
Print